Lo dedos bailando sin control en las teclas de aquel órgano en medio de aquel aire viciado, la tormenta perfecta de las notas de esa guitarra que salía por ese deteriorado y añejo amplificador, las trompetas sacando una energía ilimitada que llena el espacio de las botellas vacías; es el ambiente al que me he sumergido 2 años después de haber llegado a Estados Unidos, 2 años después que te prometí amor eterno.
Era de noche luego del trabajo y el mareo que el alcohol me provocaba me sumergía más en la miseria con la que mi imaginación te hacía mera protagonista de la cama junto a otro, revolcándote en la lujuria desesperada, con ese tipo que no era yo, mientras esas imágenes sin fundamento me dejaban en el suelo de la calle como un limosnero, pero que pedía saber, pedía respuestas que salieran de tu boca: ¿Qué es de ti?, ¿Nuestra promesa sigue intacta?, ¿Qué harías si supieras con las chicas que he estado acá durante las noches?. Esta última respuesta me lleva a la curiosidad.. Cuando llegué acá no pasaron más de 2 semanas para ya haber despertado tarde para el trabajo, en una cama de desconocidas y suaves sábanas de seda, en un cuarto de envejecidos murales que encerraban un olor a naftalina, junto con una chica que conocí la noche anterior en una reunión con mis colegas. Ya ha pasado tanto tiempo y en verdad no han sido muchas las chicas con las que he intimado; Para ser dos años siento que el pasarse un poco del conteo con los dedos de las manos, para un hombre esto es poco, no es algo de lo que me arrepienta ni de lo que me enorgullezca, es sólo satisfacer una necesidad. Pero las cosas no las veo de la misma manera cuando los roles se intercambian, y eres tú la que ofrece ese cuerpo que añoro con tanta locura; de sólo imaginarme una mano ajena rozando tu hombro ya me produce una incomodidad que me recoge el cuello, y cuando esta imaginación celosa y traidora se mezcla con unas cuantos tragos de whisky, el resultado en cabeza desgarra mi corazón.
En eso estaba en el suelo de una calle lejana a mi cuarto alquilado, con la poca motivación me voy insertando en el barrio negro y comienzan a encenderse las primeras luces que me mostrarán con algo de difusión el camino a seguir. De pronto veo como la gente empieza a entrar a un local con ciertos movimientos que dan a la expectación, parecía a un gato cuando ve que un objeto inanimado se mueve de la nada, todo me llamaba la atención; con pasos torpes empiezo a ingresar y me impresiona el ambiente cálido que existe, risotadas por miles en una zona que en las mañanas se me es tan lúgubre. Me siento frente al cantinero, un hombre viejo y gigante, con unos cortos rulos blancos, un estómago tan enorme como los barriles que se observaban al fondo que era cubierto por una chaqueta de un color rojo brillante e intenso, y unas manos gruesas como guantes de boxeador. Me observa con algo de sorpresa por unos segundos, luego botó un poco de aire con una risa leve y me dio la espalda. Apoyo mi cabeza sobre mis puños y sólo escucho las risotadas y esa fuerza con la que hablaba la gente entre sí, era como una reunión familiar de esas que tenía antes en casa, la nostalgia lograba distraerme por unos segundos de esas imágenes contigo, con él en la cama en la que siempre nos quise ver.
De pronto un golpe en la madera se siente cerca de mí: “No te ayudará con los problemas de tu chica, pero al menos te ayudará para pasar la fiesta” me dijo el mamut de traje rojo rubí con una voz tan gruesa como sus manos. Levanto mi cabeza y vi una taza humeante que desprendía un sublime olor a café. No quise preguntar cómo llegó a saber sobre mis tormentos, suponía que era la “Experiencia del Cantinero”. Le agradecí y le pasé un billete en forma de pago. “Tranquilo polluelo. Tómalo como un favor de la casa.” y lanzó una suave risotada. Luego de una soltada conversación fue como conocí a Baby Steve, el cantinero que luego se volvería mi amigo consejero y confidente. “Nene, espero que ahora te haya hecho efecto el Favor de la casa, que ahora el local tomará vida. No digas nada... Sólo disfruta”. Solté una risa con algo de duda me volteo hacía el escenario que durante la conversación estaban armando con instrumentos varios, ahora un grupo de hombres se había tomado el sitio, la gente se alborotó; aplausos, gritos y silbidos se hacían escuchar, ellos respondían con sonrisas amarillentas producidas por un exceso en los cigarros.
El órgano comienza a sonar de forma muy suave, haciendo juego con el sabor de mi café; La voz del hombre que comienza a hablar de sus penas de infancia, era como si se camuflara con la rasposa pero armoniosa textura del papel tapiz que cubría con sus dos esquinas los barriles llenos de quien sabe qué; El tambor resonando sereno pero imponente, tal como la voz de Baby Steve; y las trompetas que sonaban con el mismo fervor de la gente que observaba el espectáculo eran los preparativos para que luego unas gruesas manos negras empezaran a tocar con locura las notas desenfrenadas que buscaba mi corazón descarado, notas que buscaban un escape, reiterándose una y otra vez, pero en distinto orden, como mis sentimientos confusos de amarte y engañarte, esa rapidez con que cambiaban los dedos en el mástil, como la velocidad con la que la lujuria cambiaba al celo y al dolor, buscaba un escape esto era inconfundible, buscaba la fuga y el desahogo, era como si todo ese ambiente se estuviera transformando en música… No… eso ya no era música… era una sensación… era…
“Blues amigo mío… Esto es Blues” Fue lo que dijo el barrigón tendero, a lo que pude responder con un grito de fervor incontenible al momento en el que la guitarra hizo sonar como un chillido de desahogo la nota de la sexta cuerda en el traste más alejado del clavijero que tenía escrito con letras cromadas "Lucille".
Nena no se qué será de ti, si te acostaste con 20 hombres o tal vez ninguno, no sé si seguiré despertando en camas ajenas o pararé mañana en la mañana, pero mientras no te vea estaré aquí engañándote en este lugar con este sentimiento… estaré abrazado y engañándote acérrima y apasionadamente con el Blues.